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Cine Braille

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Todos estos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia

EY!: EL DOLOR DESPUÉS DEL DOLOR

En una duermevela de whisky y pastillas, en un Cambalache de fines de la década del ochenta, desfilan Napoleón y su tremendamente emperatriz, los Shocklender, Fernando Noy, Rita La Salvaje, la Chica Más Guapa de la Ciudad, Mary, Dani, Santiago Cruz el Adivino, dos jirafas y un sultán, un mundo que "se esfuma", una "ciudad de pibes sin calma". Es el amargo final de una fiesta, el retorno a la diaria "pelea sucia" que es igual "en Baires, en Londres o en Rusia": es la resaca, el vómito, el sueño, el maquillaje corrido, las lágrimas. Ey! es la banda de sonido de una catástrofe personal, de la consiguiente e inevitable desorientación existencial y de una crisis social que en 1988 se adivinaba a la vuelta de la esquina. Y es un gran disco de Fito Páez, que junto a Tercer Mundo quedó opacado por las dos obras cumbres de la carrera del rosarino, la anterior y oscurísima Ciudad de pobres corazones y la posterior y luminosa El amor después del amor.

 

Es 1988, es presidente Raúl Alfonsín, y el país marcha resuelto hacia el precipicio de la hiperinflación de 1989, el terror originario que parió nuestra década del noventa. El rock argentino ya superó su etapa new wave y poptimista, y ya está a unos meses de superar su etapa oscura y gótica de la segunda mitad de la década: si se habla de maquillaje en esos tiempos no es porque el new romantic siga de moda sino por el camuflaje facial de los carapintadas, la fuerza de choque del todavía vivo Partido Militar.
Esos días del rock argentino son días que Fito Páez apura en unos pocos versos de las canciones de Ey!: ya "Luca se dio por muerto / por asco o por aburrimiento", mientras a "Luis le está yendo bien / a Carlitos se lo ve mejor / los chicos cantan en inglés / y esta lluvia es como un gran dolor". Los chicos cantan en inglés: Los Pericos seguían por elección el camino que Sumo había recorrido por necesidad, de regreso a una prehistoria angloparlante que le había servido al rock argentino como espejo para mirarse e inventarse una identidad por oposición. (Todavía Charly García no había grabado Shisyastuwaman o Spinetta compuesto Nasty people).
En ese 1987 que asociamos con Sumo y Don Cornelio y La Zona y Ciudad de pobres corazones y The Cure, eran Los Pericos, Los Fabulosos Cadillacs y otras bandas menores como Los Calzones Rotos los que marcaban el ritmo de las ventas. Ese ska de letras zumbonas terminaría sirviendo de puente para que parte de la audiencia juvenil de clase media terminara aceptando ritmos musicales bailables como la lambada, el chicle musical de 1989, o la cumbia y el cuarteto, como lo testimonia el simultáneo auge discotequero de bailanteros como Riki Maravilla, Alcides o La Mona Jiménez. Modesta paradoja: en los años en que brillaba con luz negra el nihilista movimiento dark argentino, se creaban las condiciones para que, veintipico años después, surgiera de entre la clase media urbana un fenómeno masivo como Agapornis. No Future.
El dolor del crimen de sus abuelas todavía atormentaba a Fito y marcaba a fuego su visión de la vida y del mundo. El amor de Fabi Cantilo, la amistad de los amigos y la música lo ayudaron a salir adelante en momentos en que pedía, suplicaba "no más / por hoy / de verdad" o "ten piedad", como testimonia la desgarradora apertura con Lejos en Berlín. El primer esfuerzo para salir de ese pantano había sido el hermoso y oscuro Ciudad de pobres corazones. Para mayo y junio de 1988 ya estaba armando la obra siguiente, entre el estudio Panda de Buenos Aires, el célebre Electric Lady de Nueva York y Estudios EGREM de La Habana, donde grabó la sección de vientos de Afrocuba para un par de canciones, aprovechando su simultánea participación en el Festival de Varadero. La banda básica era muy buena: Fabián Gallardo y Ulises Butrón en guitarras, Guillermo Vadalá en bajo, Tweety González en teclados y Daniel Colombres en batería. Y el título Ey! es una declaración de hartazgo ante los vetos de la compañía discográfica EMI a las primeras propuestas, como Napoleón y su tremendamente emperatriz.
La influencia de Charly García es constitutiva de la obra musical de Fito Páez desde el día en que escuchó a La Máquina de Hacer Pájaros en el Teatro Astengo de Rosario, pero en los temas que Fito estaba terminando de componer en ese 1988 la huella sonora es muy perceptible. Un temazo como Tatuaje falso no sólo evoca a Fuga en tabú, de la que parece una continuación. Evoca a las baladas de piano, sintetizador, batería y voz del García de fines de Serú Girán y comienzos de su carrera solista: digamos Llorando en el espejo, Canción de dos por tres, Vos también estabas verde, No te animas a despegar. Incluso el solo de guitarra del invitado Ricardo Mollo con que acaba el tema remite a arreglos de Charly dándole ese espacio a David Lebón o a un invitado como Spinetta. Hasta los fraseos vocales recuerdan a Charly. Y la relación entre el riff de La ciudad de los pibes sin calma y el de Yendo de la cama al living es evidente. La otra influencia poderosa es Prince, pero es Prince pasado por Charly García, que es quien le presentó a Fito la obra del músico de Minneapolis.
Hay una característica común a letras del disco como Tatuaje falso o Alacrán (Resaca): la presentación de una galería de personajes como forma de describir una situación, un legado de Bob Dylan al rock desde Tombstone Blues y Highway 61 Revisited que nos dio desde Walk on the wild side de Lou Reed a Mañana en el Abasto de Sumo y Todos menos tú de Joaquín Sabina. En Tatuaje falso la somnolienta tiniebla de alcohol y drogas que permea la música y la letra, con imágenes como la del "animal que está aprendiendo a sangrar", sólo se disipa en un instante, la dolida epifanía de los refulgentes versos "maldición / lo que perdemos lo volvemos a amar". Alacrán (Resaca) es un relato escatológico en primera persona, a medias cantado y a medias recitado sobre acordes invariantes: hay una huella de Lou Reed y de Sumo allí, tanto que en la grabación tocan Ricardo Mollo y Diego Arnedo, además del Negro García López.
Hay funk en Dame un talismán y en Sólo los chicos, una especie de cuentito seudoinfantil que pasa de un módico Edipo a la evocación de un monstruo mítico del Litoral, el curupí, y que termina en un recitado acerca de un cosito adentro del pantaloncito que hoy no pasaría el control de calidad de lo políticamente correcto. Canción de amor mientras tanto es un tema oscuro y áspero, de letra inquietante: "en medio de toda la gente yo voy a volarme la frente / después prenderé un cigarrillo / tal vez baile contigo", y "no sé lo que han hecho conmigo / al menos permanezco vivo". Los versos se montan sobre una secuencia de acordes que se suceden con rapidez: el efecto que sugiere el arreglo es el de alguien cantando sobre un piso que se mueve. Pasan por el foco de la letra Mary, la presa política a la que la democracia no liberó, o el enigmático Santiago Cruz el Adivino, o Dani el fanático religioso cuya fe llevó a matar a sus cuatro hijos. "En Baires, en Londres o en Rusia / todo es una pelea sucia": no hay esperanzas todavía en medio del desierto del dolor.
El tema más poderoso del disco es Polaroid de locura ordinaria, un ejercicio de reescritura al estilo del posterior Dos días en la vida. En este caso no es a partir de una película de Ridley Scott sino de un cuento del entonces recién descubierto Charles Bukowski, The most beautiful woman in town ("la chica más guapa de la ciudad") que fuera publicado por primera vez en el volumen que sobrellevaba el título Erections, Ejaculations, Exhibitions, and General Tales of Ordinary Madness ("erecciones, eyaculaciones, exhibiciones y cuentos generales de locura ordinaria"). La contenida intensidad de esta canción amenaza a cada compás con saltar en pedazos; el crescendo que se construye con los versos subiendo un tono tras el segundo estribillo desemboca en un final épico.
El disco cierra con Por siete vidas (Cacería), un cuento fantástico en verso que precede en cuatro años a La balada de Donna Helena, y que cuenta con la participación de Osvaldo Fattoruso en percusión. La dictadura es apenas ayer, las marcas de los años de "cacería en la ciudad / no hay refugio donde estar" persisten en el alma. El estribillo es de una dulzura emocionante, pero el tema no termina en clave esperanzada sino en una pregunta: "cacería en la ciudad / ¿hasta dónde llegarás? / sueño de amor, sueño de amor".
Para la noche esteña en que Fito conoció a Cecilia Roth todavía faltaban unos años.